Opiniones

14/10/1999

Fuente: Sitio al margen

El papel de la prensa
Relaciones peligrosas: la Justicia y los medios

Una de las características de la globalización es el aumento, cada vez más notoria, de los medios de comunicación. Otra particularidad es la corrupción, que por el mal funcionamiento de la administración de justicia, provoca que los medios ocupen un espacio en donde se potencia extraordinariamente su poder. El doctor Juan José Díaz, como hombre del derecho, analiza como afecta a los periodistas y a toda la comunidad esta particular relación.

Por Juan José Díaz Gaitero

Actualmente en nuestro país encontramos a diario innumerables casos en los que la Justicia es virtualmente sustituida en y por distintos medios de prensa. Ello ocurre; en principio, porque su administración no funciona institucionalmente como el ordenamiento legal dispone. La lentitud del avance de los procesos judiciales, cuando no su estancamiento, hacen propicia esta actividad impropia de los medios. Casos como los de la Embajada de Israel, la AMIA, Cabezas, Cóppola, IBM - Banco Nación, PAMI, venta de armas a Ecuador, por nombrar solo algunos de los más sonados, son demostraciones cabales de lo dicho. Estas situaciones se repiten y aparecen a la vista y paciencia de los espectadores, oyentes o lectores, en todos los medios de prensa y solo unos pocos tratan estos temas con acierto profesional.

Así las cosas, hemos ido presenciando una progresiva irrupción de medios periodísticos o de comunicadores; tal como se ha dado en llamar en la actualidad a los periodistas -sobre todo a los que actúan en medios audiovisuales como la radio y la TV-, que se arrogan el papel de juzgadores -o cuanto menos lo intentan-, tergiversando de tal modo su propia actividad de informar o formar opinión. Contrariamente solo consiguen deformar.

Es cada vez más común escuchar a conductores de programas noticiosos -por qué no también leer en algún medio gráfico-, haciendo una diatriba contra el acaecimiento de un hecho delictivo o contra sus autores y quejarse de la inseguridad reinante en forma rimbombante. Pero muy pocas veces o ninguna, podremos escuchar o leer tratamientos informativos que nos esclarezcan acerca de quienes son los responsables de investigarlos y castigarlos, y que es lo que se ha hecho al respecto, con un tono crítico genuino y limitándose a través de esa vía, eventualmente, a actuar tan solo como factor influyente para que la Justicia sea un hecho. Pero no, la necesidad de los medios de prensa de demostrar su acierto en la crítica, más que la crítica misma, puede más. También distrae más.

Consecuentemente, resulta lícito creer que los medios y quienes los conforman, adoptan una postura crítica, en relación con la falta de seguridad o de una administración de Justicia apropiada, desde el lugar que más vende. En realidad se busca la propia notoriedad. Pasa a ser noticia la propia actividad de la prensa. Esta circunstancia, además de desvirtuar la actividad periodística, contribuye a desorientar al público aún más de lo que a priori está confundido. Más de uno ha pensado, que los medios de comunicación por si solos, bien podrían materializar que la Justicia se hiciera posible. Nada más lejos de la realidad.

Como se señalaba al comienzo, es bien cierto que los responsables de la administración de la Justicia, dejan muchos huecos o vacíos, cuando no los provocan. Por lo tanto sería muy sano para la sociedad, que estos espacios fueran ocupados por la prensa. La pregunta es ¿Cómo ocuparlos sin caer en una sustitución impropia y por lo tanto debilitante del sistema y de los propios medios?

La prensa está imposibilitada de ser eficiente por si misma, en el intento de mejorar las cosas con relación a la administración de la Justicia. Su función en este aspecto debe ser la de asistir a quienes son sus agentes naturales, ya que no tiene la potestad de sancionar a quien ha injuriado de algún modo a la ley. Para eso están los jueces. Cuanto mucho, la prensa podrá elaborar una condena de tipo moral y eso no es suficiente. De ese modo terminará sumando para aquello que critica.

Sin embargo, los medios de prensa son por sus características propias, un vehículo excelente para llegar a la realización de la Justicia. Esto ha quedado demostrado en repetidas oportunidades. Cada vez que ese vehículo ha transitado por el camino correcto, mediante el adecuado tratamiento informativo de un hecho judiciable, su investigación periodística responsable y su oportuna denuncia de los hechos, no sólo mediante su exposición pública, sino también ante quienes por imperio legal deben administrar Justicia, se ha llegado a buen puerto. No hace falta ejercer la actividad informativa objetivamente, conque se desarrolle con honestidad intelectual alcanza.

Si los señores periodistas simplemente informasen con sobriedad y profundidad, sobre lo que desde la administración de la Justicia se hizo mal, sobre lo que no se hizo y debió hacerse, sobre quien actuó mal o no actuó oportunamente, sobre quienes serán los encargados de subsanar la falencia de la mala acción o la omisión, alcanzaría para mejorar las cosas. Sin embargo, es más frecuente que se informe sobre ciertos detalles de esos hechos, que en general buscan más atraer nuestra atención, que informarnos. Estamos más, ante un espectáculo de la noticia, que ante un desarrollo informativo de lo que ocurre. El escandaloso tratamiento del caso del juez Oyharbide, es un claro ejemplo.

Es una pena que los medios no tomen el toro por las astas en relación con este tema, ya que su participación acertada, seguramente aportaría mucho para que la Justicia fuera un hecho concreto. Pero además, la falta de rigor periodístico no solo no aporta a la realización de la Justicia, también perjudica a los destinatarios de la información, quienes experimentan un doble perjuicio. En efecto, no sólo deben padecer una Justicia deficitaria, sino que también pierden el apoyo de quien, desde un lugar más apropiado y con más resonancia, los pueda ayudar a recuperar ese déficit.

Este camino equivocado; desde el punto de vista de quien suscribe, más temprano que tarde trae un perjuicio para los propios medios periodísticos y sus integrantes, cual es la pérdida de la credibilidad, acompañada por el cansancio y la desatención del público. Los primeros efectos de este hecho, se están empezando a ver en los medios por estos días. Aparentemente, estamos ante el inicio de una eliminación sistemática de programación informativa. Desde hace unos meses a la fecha, ha desaparecido algún canal de noticias de TV por cable, se ha cerrado más de un medio gráfico, se han levantado noticiosos en algunos canales de TV abierta y han sido despedidos varios periodistas de distintos medios, tanto gráficos como audiovisuales.

Esto es muy peligroso. Por eso desde esta columna, quiero hacer un llamado de atención y pedir que, quienes desarrollan la noble tarea de informar, lo hagan sin olvidar que pertenecen al mismo tejido social al que están dirigiendo su actividad. Que su tarea es de incalculable valor, a la hora de ayudar a proteger a la ciudadanía y a construir una Justicia mejor. Eso sí, siempre desde su lugar natural, que es principalmente el de investigar seriamente e informar responsablemente. El espectáculo de la prensa podrá ser muy atractivo y vender mucho, pero no ayuda a la comunidad, solo ayuda al bolsillo de quienes lo sostienen.

Desde luego que lo mejor para todos, sería que la Justicia funcionara acorde con las necesidades de la gente, sin la intervención de nadie ajeno a ella. Para eso fue creada. Sin embargo, el tiempo nos ha demostrado que esto es de muy difícil consecución; máxime en un escenario como el que ofrece nuestro país, donde el Poder Judicial no tiene ni el apoyo institucional que constitucionalmente debería serle propio, ni el patrimonial que necesita. Por eso es tan importante que el "matrimonio" entre la administración de la Justicia y los medios de comunicación, sea ejemplar. También es cierto que de este modo a los medios les quedará la tarea más pesada, que será la de cargar con responsabilidades propias y ajenas. Pero con la simple receta de ajustarse a no dejar pasar los acontecimientos sin informarlos e investigar lo que se haga mal o se omita sobre ellos con rigor periodístico alcanzará. Con esa elemental actividad podrán sobrellevar el doble peso con éxito y contribuir a que la Justicia sea más sólida. Ambos integrantes de la "pareja" saldrán fortalecidos.

Ahora bien, si los medios periodísticos, tal como hemos estado presenciando últimamente, integran esta "pareja" con un interés egoísta, lo más seguro es que esa relación termine en un divorcio en el que pierden todos; ambas partes y sus hijos. Se puede coincidir desde un principio en que se trata de una "pareja" constituida un tanto forzadamente y que, como todo matrimonio sin bases sólidas, difícilmente funcione con armonía. Pero el tema de que se trata bien vale el esfuerzo de todos. En este caso, aún el de quienes figuradamente seríamos los hijos. Por eso es oportuno pedir a quienes tienen en sus manos la administración de la Justicia, que se ocupen de su función vocacionalmente, sin pausa y sobriamente; a pesar de la carencia de recursos, y a quienes tienen a su cargo la edición de las noticias, decirles que los buenos productos periodísticos tienen éxito, sin necesidad de convertirlos en un espectáculo.

Sobre el particular es esclarecedora la entrevista de Clara Zapiola a John Dinges y Max Jennings -dos renombrados periodistas norteamericanos invitados por la Fundación Ciudad a presentar la nueva tendencia "periodismo cívico" en el Centro Lincoln-, publicada el jueves 2 de mayo de 1996 por el diario La Nación, donde podemos leer: "¿Qué rol debe cumplir el periodismo en una sociedad donde la corrupción abunda? -- Golpear, golpear y golpear. Deben estar detrás de los funcionarios permanentemente. La razón de que en los Estados Unidos no haya tanta corrupción se debe al poder y a la independencia de los periodistas y de los medios. Si los funcionarios quieren ser corruptos deben tener cuidado.

El deber de los periodistas, según la constitución norteamericana es defender solidariamente el interés de los ciudadanos. Para nosotros es un deber cívico controlar a los funcionarios".

En el mismo orden de ideas, tampoco es casual que el matutino precedentemente citado, haya publicado el domingo 29 de junio de 1997 en la tapa de su sección "Enfoques", con la firma de Silvia Pisani el artículo titulado: La guerra del periodismo, en cuyo copete encontramos lo siguiente: "Nunca como ahora la prensa ocupó, en la Argentina, el primer plano. Debido a su propia maduración y a un contexto político marcado por escándalos y corrupción, y por instituciones que no cumplen su misión de control, los medios se han convertido en fiscales. Están pagando un precio alto -en vidas, en amenazas- y corren el riesgo de que su misión, informar, quede peligrosamente desnaturalizada".

Finalmente y como para coronar lo expuesto precedentemente, también encontramos que La Nación, en su edición del 26 de diciembre de 1998, había dedicado la mitad de su página 10 al tema. Hay dos notas. Una con la firma de Juana Libedinsky, titulada "En EE.UU. se debate la credibilidad. Para algunos especialistas el periodismo está viviendo una crisis; otros sostienen que sólo se trata de una preocupación." La otra es un cable de la agencia noticiosa AP fechado en Washington, titulado "El desafío: recuperar la confianza."

Por su parte, el diario Clarín dedicó toda la página 39 de la edición del pasado 13 de febrero, al tema. Con la firma de Osvaldo Tcherkaski, publicó un análisis con el titulado "Los medios frente a su mayor crisis de credibilidad. Los diarios norteamericanos deben remontar el escepticismo y descreimiento que provocó la cobertura del sexgate." El trabajo coincide con el espíritu de este columnista. En él encontramos resaltada la siguiente aseveración: "La prensa fue uno de los protagonistas del escándalo y no un testigo neutral."

Si bien la pretensión del presente, es limitar la cuestión al desempeño de los medios locales, no es una novedad que lo que ocurre en los Estados Unidos, se repite como una onda expansiva poco después en la Argentina, y podemos agregar que cada vez con más rapidez gracias al fenómeno de la globalización, al que los medios -sobre todo los llamados electrónicos, como el nuestro-, han hecho su invalorable aporte. Por lo tanto, es justo y necesario insistir en pedirles a nuestros periodistas, que valoren las posibilidades que les da su profesión y las empleen con enjundia y honestidad. Particularmente, quien firma estas líneas, como individuo formado en el Derecho, lo agradecerá. Pero, más aún se lo podrán agradecer ellos mismos, ya que sus familias y sus intereses individuales, se verán beneficiados por la posibilidad de vivir en una sociedad donde la realización de esa virtud humana llamada Justicia, que tiene su base en el Amor será de más frecuente realización, y en la que el prestigio de esa noble tarea de informar se recuperará inexorablemente.


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Ética en las Comunicaciones Sociales (Autor: Pontificio consejo para las comunicaciones sociales)

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