Opiniones

2/1/2007

Fuente: Paz Digital

El kafkiano caso del Padre Grassi

Por Doutdes

Las “investigaciones” de la ex-terrorista traidora y calumniadora convicta Olga Vengayá alcanzan a una serie de clérigos argentinos. El primer caso es el del sacerdote Julio César Grassi, presidente de la fundación Felices Niños, fundación que —entre otras cosas— da acogida y estudios gratuitos a más de 7.000 niños indigentes de la Argentina. Reseñemos los hechos tal y como se produjeron, sacando la información directa de la prensa local, los diarios La Nación y Clarín, tal y como la fueron recogiendo día a día.

El 22 de octubre de 2002, el padre Grassi fue acusado de abusos contra cinco menores a través de un programa de televisión, acusación sustentada únicamente en la declaración de un joven de 19 años, que hasta dos años atrás fue acogido en la fundación presidida por el sacerdote. Amparaban la acusación otros supuestos testigos, que no víctimas, lo que dio lugar a la reapertura de una causa judicial, fruto de una denuncia anónima por presuntos abusos que en su día, año 2000, había sido archivada cuando el joven todavía era menor.

El sacerdote, el día 24, se entregó libremente y fue encarcelado, porque el fiscal entendió que el testimonio de ese menor que –por cierto- había cobrado una buena cantidad de dinero por su aparición en el programa, era prueba suficiente. Grassi se declaró inocente, alegando que todo era una venganza de antiguos empleados de la fundación que habían sido despedidos. Además, informó al juez de que el día antes de la emisión del programa un joven se había presentado en la fundación y, ante testigos, le había intentado chantajear.

El día 27 Grassi solicitó un careo con el denunciante, ahora mayor de edad, al que decía desconocer, careo que —inexplicablemente— le fue denegado. El mismo día 27 un ex-empleado de la fundación presentó una nueva denuncia, si bien reconoció que los hechos que contaba los conocía de oídas y no tenían relación con este menor sino con otros dos. El día 29 aparecieron nuevos testigos, que no víctimas, en el programa de televisión. Hasta 22 se fueron sumando a la causa, previo paso por la televisión, lo que hizo que Grassi permaneciera en prisión. Pero la acusación se fue cayendo porque se fue demostrando la actuación prevaricadora del fiscal y el juez, así como las mentiras de testigos y de la propia cadena de televisión que había levantado el escándalo.

El fiscal Flores ocultó parte de lo declarado por uno de los testigos utilizados como de cargo, Betty la panadera, que en su declaración ante el Tribunal de Menores había descrito a su fuente como un niño famoso por sus mentiras y que ella no creía que el padre Grassi fuera capaz de abusar de un pibe, extremos que no fueron recogidos por Flores. El fiscal, como es lógico, fue cesado el 7 de noviembre por su afición al típex, afición compartida por algunos mandos policiales españoles. Nuestra Olga Valeyá, por el contrario, aún sigue en su puesto.

El juez Meade declaró, en una reunión informal ante treinta testigos de la que se hizo eco la cadena de televisión como si se tratara de un informe real, que se habían realizado pruebas periciales psicológicas por parte de la licenciada Diberto, que probaban que Grassi y un chico llamado Fernando eran pareja homosexual consolidada. La licenciada en cuestión hizo un comunicado público en el que decía: “no ha habido intervención de mi parte como perito psicóloga, no habiendo producido en consecuencia ningún informe en la presente causa”.

Ante semejante evidencia, el propio juez tuvo que hacer público que dichas pruebas nunca se practicaron y que lo que había comentado ante esos testigos no era verdad. A continuación se excusó burdamente, alegando que su error era fruto de la información que le habían pasado desde el juzgado pero, al estar desbordado de trabajo por tener que ocuparse de tres juzgados, no había podido contrastarla documentalmente. El juez, como es lógico, fue cesado por mentiroso. Nuestro Juan del Olmo, por el contrario, aún sigue en su puesto.

La última prueba de la manipulación de todo llegó cuando los abogados defensores de Grassi pudieron demostrar fehacientemente que el canal de televisión había mentido cuando informó de un supuesto viaje de Grassi a Suiza para ingresar un dinero de extraña procedencia. El canal no pudo presentar prueba alguna, hasta el punto de que tal viaje se demostró que nunca había existido y la propio televisión tuvo que reconocer que sus fuentes de migración se habían equivocado al pasarles dicha información.

El padre Grassi, finalmente y tras permanecer injustamente en prisión durante un mes, fue puesto en libertad condicional y sin fianza el 21 de noviembre de 2002 a la espera de juicio.

Entretanto, la madre de uno de los menores denunciantes declaró: “Nunca di mi permiso para que mi hijo declarara en un canal de televisión. No pensé nunca que iba a pasar algo como esto. Para mí le dieron dinero y están usando a mi hijo. Le pedí disculpas al padre Grassi por lo que está pasando, y se lo voy a decir personalmente”. El niño, por último, se retractó de sus acusaciones y declaró que quien revestía la calidad de tutor sobre él lo llevó a Canal 13, donde accedió a ser filmado y a responder preguntas de una periodista, pero que las palabras que salían con su imagen no eran las que él había vertido. Dijo, finalmente, que esas declaraciones, surgidas de una voz que no era la suya, sus entrevistadores le dijeron que debían de ser la base de su testimonio en la causa contra Grassi.

Pero los de la secta siguieron erre con erre y consiguieron que la nueva fiscala del caso también les fuera afín, hasta el punto de negarse a que se practicara una prueba de reconocimiento que la defensa de Grassi solicitó, para que el sacerdote pudiera identificar al joven que le había intentado chantajear el día antes de la emisión del programa. La prueba, como es lógico, era solicitada con urgencia para que fuera previa a que se conociera la identidad del denunciante, por si ambos fueran la misma persona. La fiscala se limitó a volver a solicitar la prisión incondicional de Grassi. La nueva jueza a la que se asignó el caso, sin embargo, mantuvo la situación de libertad condicional sin fianza. El 30 de diciembre de 2002 la fiscala solicitó que se abriera el juicio oral.

No voy a juzgar yo si Grassi es o no culpable de los delitos que se le imputan, pero lo único cierto es que hoy, más de cuatro años después, la secta sigue soltando todo tipo de acusaciones sin prueba alguna contra el padre Grassi a través de sus canales mediáticos. Aparecen en programas sensacionalistas nuevos informes periciales sesgados, testigos que no son tales y hablan de oídas o son ex-empleados de la fundación resentidos, otros que se desdicen ora acusando, ora retractándose, ora de nuevo acusando, en un siniestro espectáculo mediático digno de la basurilla tipo Gran Hermano.

El sacerdote sigue en libertad condicional sin fianza con el mandato judicial expreso de no poder entrar en la fundación que presidía y que cada vez tiene más problemas de subsistencia tras haber acogido y dado estudios a más de 20.000 niños indigentes. El juicio oral sigue sin abrirse, por mucho que los abogados y el propio Grassi no dejan de solicitarlo para que de una vez por todas se acabe la injusta situación de indefensión en la que se encuentra, con la que ya le amenazó el juez mentiroso cuando le dijo: “¿Ha leído usted El Proceso de Kafka?”.

Por cierto, existe un proyecto de expropiación de las tierras propiedad de la fundación para construir en sus terrenos una urbanización de lujo. Recientemente Grassi ha afirmado: “Si la Obra no hubiera sido voluntad del Señor después de más de cuatro años de bombardeo se hubiera caído. Con respecto a la causa judicial: si hay justicia voy a ser absuelto, pero sobre todo lo único que pido es que se valore el principio de inocencia y que, además, se entienda que ayudar a los chicos no implica una ayuda a mi persona”. Que cada cual saque sus conclusiones.

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E N C U E S T A
Padre Grassi:
¿Inocente o culpable?




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