Opiniones

30/10/2002

Fuente: AICA BAIRES
SERVICIO DE LA AGENCIA INFORMATIVA CATOLICA ARGENTINA (AICA)

CINCO RAZONES POR LAS QUE CREO EN LA INOCENCIA DEL P.GRASSI

Isidro Casanova, OCT 30 (AICA): El padre Juan Francisco Tomás, salesiano, párroco de San Juan Bautista, de la localidad de Isidro Casanova, diócesis de San Justo, efectuó unas declaraciones en las que alega cinco razones por las que sostiene que el padre Julio César Grassi es inocente de las acusaciones de que es víctima, porque “me parece un deber de caridad y justicia cristianas compartir estas razones”.
 

Antes de exponer las cinco razones, el padre Tomás realizó una erudita explicación de la desviación sexual de que se lo acusa al padre Grassi. Lo que sigue es la versión textual de las declaraciones del padre Juan Francisco Tomás S.D.B.

Qué es la pedofilia o la febofilia

Las denuncias que llevaron a la detención del padre Julio Grassi tienen que ver con supuestos abusos sexuales contra niños y adolescentes. En palabras técnicas, se lo acusa de pedofilia y/o febofilia.

La pedofilia es un trastorno en la conducta sexual del adulto que tiene como objeto de atracción, deseo y práctica sexual a niños (pedofilia) o adolescentes (febofilia) hasta llegar al abuso sexual ejerciendo el poder sobre el objeto deseado. Es una enfermedad psicológica que, si bien no es novedosa, aún no es mucho lo que se sabe y, hasta ahora, no tiene cura, aunque sí un efectivo y exitoso tratamiento terapéutico. Generalmente, el pedofílico es alguien que ha sido abusado sexualmente en su infancia, aunque no todo aquel que sufrió tal abuso es pedofílico.

Estamos hablando de un trastorno sexual, y ningún trastorno sexual es causado por el celibato. La orientación y las preferencias sexuales se estructuran junto con el desarrollo de la personalidad. Por lo tanto, es importante tener en cuenta que esta enfermedad no es causada por el celibato, ya que esta enfermedad se encuentra en el individuo antes de la elección libre y voluntaria de su estado de vida célibe o matrimonial.

Aunque se trate de una enfermedad, un acto pedofílico constituye un acto criminal (sancionado por la ley civil) y un acto inmoral (penado por la ley eclesiástica). Por la gravedad del abuso y del daño que produce al menor y a su familia y, en el caso de un sacerdote, por perjudicar la imagen misma de la Iglesia con la consiguiente pérdida de credibilidad en otros sacerdotes, no tiene justificación alguna.

Me pareció importante hacer esta aclaración previa para exponer los cinco motivos por los cuales creo que el P. Julio Grassi es inocente del acto criminal e inmoral del que se lo acusa.

Creo que es inocente porque conozco al P. Julio desde hace veinticinco años.

Estuve con él en el Aspirantado de Ramos Mejía y en el Teologado de San Justo. Trabajé con él en la parroquia San Juan Bautista y en el Batallón 50 de Exploradores de Don Bosco. Compartí con él parte de la formación seminarística y el momento de su ordenación sacerdotal en que asumió como lema de vida: “Padre de los que no tienen padre”.

Estuve junto a él ante la muerte de su padre y de su madre. Desde hace casi tres años solemos encontrarnos o hablarnos por teléfono a menudo, brindándonos mutuamente diversas ayudas de carácter pastoral, compartiendo nuestro sacerdocio al servicio de los chicos y la comunidad.

A una persona que tenga un mínimo de formación moral, algunos elementos de psicología y un trato diario con chicos y comunidades, como, por ejemplo, puede ser el caso de un sacerdote o de un docente, no le resultaría muy difícil descubrir si se encuentra ante un adulto pedofílico. Creo tener esa formación, y no creo que el P. Julio padezca esa enfermedad.

Creo que es inocente porque conozco la Fundación “Felices los Niños” desde dentro.

Confieso y rezo misa a los chicos; a veces los veo en otras oportunidades. Conozco y converso a menudo con muchos adultos que trabajan en la Fundación. Fui docente en la Fundación durante un breve período. Puedo decir que conozco prácticamente cada rincón de la Fundación en Hurlingham. Afirmo en conciencia y ante Dios que jamás en ningún momento escuché absolutamente de nadie la más mínima palabra que pudiera dar lugar a dudas sobre semejante atrocidad de la que se lo imputa.

Creo que es inocente porque confío en el testimonio de los chicos de la Fundación.

Veo y escucho en estos días, al lado de ellos, el dolor de esos chicos y chicas. Sus caras tristes y pálidas no serían tales si no les doliera el amor profundo que tienen por quien ellos consideran su padre. La unanimidad de la voz de los chicos en su defensa; la indignación unánime de quienes han sido supuestamente abusados y que hoy son hombres sanos y de bien; la unanimidad de los adolescentes y jóvenes que actualmente viven o han vivido en la casa en que vive el P. Julio y que dicen desconocer al supuesto último testigo que apareció en nota televisiva del miércoles 23 de octubre. Todo eso también me hace creer en su inocencia.

Creo que es inocente porque he visto los ojos del P. Julio.

En estos días creí importante cumplir con aquella práctica de caridad: “estuve preso y me viniste a ver”. Desde su detención estoy visitando periódicamente al P. Julio en donde se encuentra alojado en estos días. Pude observar su voz apagada, triste y sus ojos llorosos. Pude escuchar su pedido desgarrante: “No dejen solos a los chicos, los extraño, quiero estar entre ellos... Sufro todo esto y lo ofrezco a Dios para que nunca más, ni yo ni ningún sacerdote, sea objeto de semejante injusticia”.

Admiro su actitud serena, paciente y esperanzadora, su capacidad de asumir la cruz y su fortaleza interior. Su mirada se dirige a los ojos. Nadie que tenga algo que ocultar es capaz de mantener semejante serenidad en tan dura prueba, y mucho menos es capaz de mirar a los ojos y hablar sin trabucarse ni la más mínima palabra.

Creo que es inocente porque se conocen las caras de quienes lo defienden.

Hasta ahora, nadie de los denunciantes, de los supuestamente perjudicados, han sido capaces de dar la cara, de dar su verdadero nombre; todo es un “me dijeron que dijeron...”. Muchos hablan sin saber ni conocer desde cerca ni desde adentro.

Quienes conocemos su historia y forma de vida sabemos de muchas mentiras que se dicen respecto de su pasado, de su casa actual, de sus costumbres... todo sin documentación efectiva ni datos precisos. En cambio, quienes creemos en la inocencia del P. Julio nos exponemos dando la cara y nuestro verdadero nombre; simplemente, testimoniando de lo que vemos y sabemos desde nuestra propia experiencia.+

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E N C U E S T A
Padre Grassi:
¿Inocente o culpable?




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