Opiniones

30/7/2006

Fuente: La Nación

Entrelíneas
Esa certeza tan humana

La duda, además de ser el título de una obra, es nuestra inseparable compañera


Acaban de estrenar en el teatro Liceo una obra, cuyo eje manifiesto plantea los esfuerzos de una monja, directora de un colegio religioso, por demostrar que el sacerdote más progresista del establecimiento, y que es apreciado por la feligresía por sus didácticas homilías en pos de la tolerancia, ha cometido un acto impropio con un alumno.

Más allá del suspenso administrado admirablemente por John Patrick Shanley -que ganó un Pulitzer y 22 premios más por esta pieza, que aún sigue representándose con gran repercusión en Broadway-, hay algo muchísimo más potente que subyace debajo de la anécdota argumental y que, precisamente, da nombre a esta obra: "La duda".

José Ferrater Mora, en su imprescindible "Diccionario de filosofía" (Editorial Ariel, Barcelona, 2004), nos enseña que la palabra duda significa vacilación, irresolución y que viene de la voz latina dubitatis . "En la dubitatio -explica- hay siempre, por lo menos, dos proposiciones o tesis entre las cuales la mente se siente fluctuante; va, en efecto, de una a otra sin detenerse. Por este motivo, la duda no significa falta de creencia, sino indecisión con respecto a la creencia".

En la versión local, a sala llena, de "La duda", como ya lo expresó Ernesto Schoo en su crítica publicada en LA NACION el martes último, Susú Pecoraro compone admirablemente a una magra hermana Luisa, rígida y obsesionada por una fría rectitud moral de la que ella se siente férrea custodia (y esclava), que juzga a emociones y afectos como desviaciones peligrosas que no está dispuesta a consentir, y Fabián Vena encarna con convicción y oficio a un padre Juan que representa lo contrario: elocuencia, simpatía y calidez en el ejercicio de su ministerio.

La rara fascinación que ejerce la obra reside, precisamente, en la impresión tan diferente que puede lograr sobre cada espectador según, por su propia forma de ser, de sentir y de pensar, pueda identificarse más con uno u otro de los fuertes personajes centrales o con algunos de los secundarios: la monjita confundida (Magela Zanotta) o la madre del alumno en cuestión (Silvia Baylé), devastada por tan feroces intrigas. Y aun cuando, según quién, se posicione en una de estas cuatro alternativas, la duda tendrá, de todos modos, siempre a su favor la carta ganadora.

En una trama invisible, más allá incluso de la voluntad de las personas, las manifestaciones artísticas y culturales tienden a articularse y a ensamblarse, sutil o desembozadamente, como espejos de la realidad.

Sin que nadie lo hubiese dispuesto más que el casual destino, el estreno de "La duda" vino a coincidir en una semana pródiga en novedades informativas relacionadas con sonados casos mediáticos de eclesiásticos acusados por presuntos abusos sexuales.

Luego de un período de relativa calma volvió a encresparse el expediente de Julio César Grassi al darse vuelta uno de los testigos clave que había presentado su defensa.

Grassi se hizo conocido para el público básicamente por tres razones consecutivas: 1) por las acciones solidarias motorizadas por él, con muy alto perfil, cuando presidía la Fundación Felices Los Niños; 2) por enfrentarse públicamente a Jorge "Corcho" Rodríguez y Susana Giménez, cuando dejó al descubierto irregularidades en los concursos telefónicos del programa de la diva, y 3) por las dos emisiones -y las repercusiones enormes que ellas desataron-, del ciclo "Telenoche investiga", de Canal 13, en 2002, que potenciaron las denuncias efectuadas dos años antes en sede judicial por presuntos abusos sexuales a menores bajo su tutela, que determinaron su fugaz detención y un juicio oral que se viene demorando desde entonces.

Hasta aquí los hechos que merecen ser -y son- investigados por la Justicia. Lo que llama poderosamente la atención son los muy contrastados encolumnamientos mediáticos, con generosas coberturas televisivas, radiales y gráficas de grandes despliegues, ora para condenar al sacerdote antes de que la Justicia se expida, ora para redimirlo de toda culpa. Entremedio de estos forcejeos, no exentos de morbo, la causa sufre agitadas turbulencias, recusaciones, testigos que dicen y se desdicen y se suceden preocupantes "aprietes" de los que las partes se acusan mutuamente.

También días pasados fue elevada al juez de sentencia otra causa de gran repercusión mediática, la del supuesto delito de abuso sexual sufrido por un seminarista por parte de Edgardo Storni, ex arzobispo de Santa Fe, causa en la que se estima que antes de fin de año la Justicia se expedirá por su condena o absolución.

La imposición de un rígido celibato y la cercanía de cuerpos de niños y jóvenes bellos e indefensos es una combinación demasiado frágil donde los riesgos latentes pueden dar lugar a situaciones tan diferentes como meros comentarios aviesos, equívocos diversos o hasta las peores perversiones.

El tema obsesionó durante mucho tiempo al realizador español Pedro Almodóvar que así lo expresó, al menos en dos de sus películas: "La ley del deseo" (1986) y, particularmente, "La mala educación" (2004). Así como Almodóvar estudió en un colegio religioso, el paso por un establecimiento similar de Shanley dejó en su interior algo impregnado flotando que ahora se expresa con gran fuerza, más por lo que sugiere que por lo que muestra, en "La duda".

El influjo de esta obra, en el nivel local, también es tal, que el día del estreno una monja compró una entrada para verla desde el discreto superpullman.

Más llamativo todavía resultó el hecho de que un sacerdote patagónico se comunicara por mail con la producción para revelar su identificación con el personaje de Vena y la persecución psicológica que dice haber padecido ya no de una, sino de dos monjas (¡!). Dato de color: el sacerdote, cuya identidad se preserva por obvias razones, expresa haber dado cobijo en su parroquia a una perrita enferma que bautizó con el sugerente nombre de Camila (Camila O' Gorman fue fusilada por Juan Manuel de Rosas por su romance con el sacerdote Ladislao Gutiérrez y en cine fue precisamente Susú Pecoraro quien la encarnó).

Para terminar, otra vez Ferrater Mora, en una cita más que inquietante: "Una última cuestión que se plantea respecto a la duda es, una vez adoptada, cómo salir de ella. Los escépticos radicales manifiestan que tal salida es imposible".

Por Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar

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E N C U E S T A
Padre Grassi:
¿Inocente o culpable?




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