Opiniones

13/12/2009

Fuente: La Nación

Muere el estilo "Telenoche Investiga"
Nace un auténtico "Periodismo de Investigación"
Sin tributos a negociados ni boicots políticos.



Al rescate del periodismo de investigación

Donaciones multimillonarias de filántropos con conciencia social y de ONG especializadas dan impulso hoy a un nuevo fenómeno, el periodismo sin fines de lucro. En EE.UU., epicentro de este nuevo movimiento, sus producciones ya encabezan los grandes logros periodísticos del año


Por Juana Libedinsky


NUEVA YORK.- Internet cambió las reglas del juego, ya lo sabemos: nuevas audiencias y nuevos soportes, de la mano de una revolución tecnológica que revolucionó el paradigma de la comunicación. Los grandes medios periodísticos no terminaban de salir a flote tras el tsunami digital cuando la crisis financiera llegó para complicar aún más las cosas. La tormenta perfecta.

Sin embargo, algunas catástrofes suelen dar paso a nuevos horizontes, y algo así está sucediendo en Estados Unidos, donde, para sorpresa de muchos, por detrás de la crisis que amenaza al periodismo está surgiendo con fuerza un fenómeno prometedor: el del periodismo sin fines de lucro.

El non-profit journalism , según su nombre en inglés, impulsado desde fundaciones, ONG y diversas organizaciones filantrópicas, tiene como principal característica que no depende de los avisos publicitarios para su subsistencia y que reinvierte las ganancias en la institución que lo genera. Para los observadores más optimistas, viene a satisfacer el hambre de trabajos de investigación periodística que sigue vigente en la población y que es fundamental para la democracia. Un tipo de trabajo que demanda gran inversión y que, por lo tanto, empieza a tener costos difíciles de abordar ahora para muchos medios, amenazados tanto por la crisis financiera como por la revolución de las audiencias que generó la Web.

Y si bien el fenómeno tiene su epicentro en EE.UU., se está extendiendo a otros países, incluso a la Argentina (ver recuadro).

Según datos del Journalism Lab del Centro Nieman de la Universidad de Harvard, sólo desde 2005 hasta ahora se han invertido más de 135 millones de dólares en donaciones destinadas a financiar unos 128 proyectos relacionados con las noticias en todo Estados Unidos. The Atlantic Philantropies -institución dedicada a la justicia social creada por Chuck Feenery (cofundador de los Duty Free shops) y a la cual éste transfirió toda su fortuna- recientemente invirtió dos millones de dólares en New America Media, el principal conglomerado de organizaciones de noticias de temas étnicos en EEUU; medio millón en el Huffington Post Investigative Fund, un equipo de investigación relacionado con el popular blog de Arianna Huffington; 100.000 en el Center for Investigative Reporting y 25.000.000 en ProPublica, dos de los principales non-profits del periodismo.

"Es como un movimiento. Algunos lo han llamado una revolución. Yo he sido periodista de investigación durante 30 años y nunca vi algo así. Es muy excitante", resume Charles Lewis.

Por detrás de ese florecimiento de las ONG dedicadas al periodismo de investigación están, claro, los preocupantes números de la crisis: según un estudio publicado por The New York Times en abril de 2009, la circulación total de los diarios en EE.UU. cayó un siete por ciento en un año y, de los 25 diarios norteamericanos más importantes, todos (salvo el Wall Street Journal , que tuvo un incremento del 0, 6%) declararon haber sufrido caídas de entre el 20, 6% y el 0,4%. Según un estudio reciente de la Columbia Journalism Review , los empleados en el área de redacción de los diarios americanos, que eran más de 60 mil en 1992, cayeron a 40 mil en 2009, un nivel no visto desde 1971. La mayor parte de los periódicos eliminaron los corresponsales en el exterior y pusieron menos periodistas a cubrir noticias locales y a realizar trabajos de investigación. Aunque no hay cifras exactas de ello, sí es un indicio cómo, por ejemplo, la cantidad de periodistas que cubren las capitales provinciales a tiempo completo cayeron de 524 en 2003 a 355 en 2009.

Rosental Calmon Alves, director del Knight Center for Journalism in the Americas, resume lo que está pasando de la siguiente manera: "La preocupación por la estabilidad de los grandes diarios es tan grande que algunos millonarios con conciencia social y política empezaron a impulsar acciones concretas para ayudar a financiar un periodismo sin fines de lucro que pueda no sólo competir sino también ayudar a mantener la llama del periodismo de investigación -que es muy caro, y que es la primera víctima de esta crisis- con el nuevo modelo de negocios".

"En el fondo -subraya Alves-, lo importante es entender que una sociedad democrática no puede darse el lujo de ver morir al periodismo independiente, porque es uno de los pilares de las sociedades democráticas."

De hecho, la historia de ProPublica es bastante emblemática del ideal de financiación del periodismo que viene. En 1997, Herbert M. Sandler, tras vender su compañía financiera de California al gigante Wachovia, decidió donar 30 millones de dólares para dar el puntapié inicial a este centro de investigación periodística sin fines de lucro que ha devenido uno de los principales jugadores en el nuevo escenario. Según Sandler, ésta era la forma de combatir "el exceso de foco en Britney Spears a costa de temas serios" y un periodismo comercial que veía demasiado ligado a intereses corporativos.

Los resultados están a la vista. "¿Quién descubrió e hizo público el escándalo de los contratos en Irak? The Center for Public Integrity. ¿Quién se tomó el trabajo de analizar en detalle millones de documentos federales y sacó a la luz los 25 principales prestamistas de hipotecas subprime que ayudaron a causar la gran recesión? The Center for Public Integrity. ¿Quién derribó al presidente de Filipinas al descubrir cinco mansiones construidas para cinco amantes? The Philippine Center for Investigative Journalism. ¿Quién está haciendo el mejor control del gasto del presupuesto de estímulo federal en EE.UU.? ProPublica. ¿Quién puso online el estado de las cuentas de los más de ocho mil bancos que hay en EE.UU., incluyendo sus activos tóxicos? The Investigative Reporting Workshop. ¿Dónde estaban The New York Times o The Washington Post ?, se pregunta Lewis. "En el futuro, el mejor periodismo de investigación vendrá de los non-profits ", se contesta.

Aunque allí tiene su mayor desarrollo, el fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos. "Ya hay centros en distintas partes del mundo, de los Balcanes a Rumania, de Tajikistán a Sudáfrica. Gustavo Gorriti, el gran periodista peruano, está empezando un nuevo centro de periodismo de investigación en Perú. En julio último se fundó en Londres el Bureau of Investigative Journalism. Arab Reporters for Investigative Journalism (ARIJ) en Amman, Jordania, está haciendo coberturas en ocho países árabes...", continúa Lewis.

John Dinges, profesor de la Universidad de Columbia, fundó en Chile el Centro de Investigación e Información Periodística (Ciper), en 2007, es director ejecutivo de otra ONG vinculada a ésta, el Center for Investigation and Information (Ciinfo) y, también en Chile, está fundando otra ONG de periodismo, Archivos Chile, con fondos del extranjero. En este momento está por lanzar otros proyectos similares en México y Venezuela, y conoce de experiencias que se están realizando en Colombia y El Salvador.

"El problema económico fundamental para los medios de comunicación masiva está basado en el cambio tecnológico, que no conoce fronteras nacionales", concuerda Philip Meyer, profesor de periodismo de la Universidad de North Carolina en Chapel Hill y autor de The Vanishing Newspaper . Pero aclara que éste afecta a distintos países de manera distinta, en grados distintos y en momentos distintos.

"Por ejemplo -explica John Dinges-, en América latina, donde todavía el efecto de Internet es mucho menor, los avisos clasificados siguen siendo una fuente de financiamiento importante para las versiones en papel, pero ojalá la región se pueda ir preparando para lo que se viene y que ya se ve en EE.UU.".

En concreto, la definición de periodismo sin fines de lucro es, según Lewis, aquel que es sostenido por el público y no por los anunciantes y no es afectado por la balanza de pagos de la compañía. Básicamente, son las contribuciones de fundaciones e individuos las que sostienen a estas corporaciones que están incorporadas al sistema legal, exentas de impuestos y sin fines de lucro, aunque en algunos casos (como National Public Radio, NPR, y Public Broadcasting System, PBS, en EE.UU.), además del dinero de fundaciones e individuos también aceptan fondos de corporaciones y del gobierno, es decir, de los contribuyentes.

Cada una de estas alternativas, sin embargo, trae consigo potenciales alertas. "El problema es que las fundaciones tienen una capacidad de atención corta. Pueden estar felices de dar dinero para que los proyectos arranquen, pero luego cuesta mantener su interés en seguir inyectando fondos para un mediano plazo. Quizá cada grupo de investigación sin fines de lucro deba entonces tener también un equipo profesional dedicado a conseguir los fondos para mantenerlo. Veo algo de riesgo. Salir a buscar fondos implica la tentación de hacer compromisos con los patrocinantes. Para ser totalmente independientes, las organizaciones periodísticas sin fines de lucro necesitarán entonces crear sus propios endowments , y estos tardan mucho tiempo en construirse y comenzar a dar dividendos. Pero ciertamente es un esfuerzo que vale la pena intentar", sostiene Meyer.

"Cuando algo es para el bien común, como en el caso del periodismo de investigación serio, la solución fácil es poner impuestos a todos y que luego el gobierno pague por él. Pero me encuentro entre quienes piensan que es muy poco sabio poner al gobierno a sostener financieramente a los periodistas que están controlando las cuentas del Estado y de las personas vinculadas a él. El apoyo gubernamental puede llegar a ser aceptable para un canal cultural de televisión como es PBS. Pero cuando se trata del viejo periodismo de investigación, incorporar de cualquier manera al Estado es demasiado riesgoso para la libertad de prensa", agrega Jim Barnett, especialista en periodismo non-profit del Nieman Journalism Lab de la Universidad de Harvard.

Respecto a América Latina, Dinges resalta cuán importante es que la ONG sea independiente del Estado tanto en financiamiento como en línea editorial. "Pero el Estado es muy importante para que, a través de la legislación, se pueda eximir de impuestos a los organismos sin fines de lucro dedicados al periodismo de investigación, como ocurre con aquellos dedicados a lo artístico o a combatir la pobreza", sostiene.

Dinges subraya que el periodismo sin fines de lucro no debe ser visto como una competencia al periodismo tradicional. Por el contrario, no sólo pueden complementarse sino que el periodismo tradicional puede ser una de sus fuentes de financiamiento, al comprar las investigaciones producidas por las ONG y publicarlas. Aunque algunos advierten que eso también, en exceso, podría ser peligroso. Por ejemplo, Barnett cita a su primer profesor de periodismo en Emerson College, Ted Gup, quien lo alertó del riesgo de que el modelo de periodismo sin fines de lucro cree un universo de grandes vacas sagradas de temas a tocar, dejando afuera otros temas que pueden ser vitales.

"Si los diarios sólo van a publicar el periodismo de investigación que proviene de las ONG porque es muy caro hacer el propio, estarán cediendo en su discrecionalidad para hacer un juicio de valor independiente respecto al material con el que se informan sus lectores", alerta.

Por eso, Meyer sostiene que todavía se mantiene vivo el argumento en favor del periodismo tradicional con fines de lucro. "Cuantas más cosas se intenten, tanto mejor para todos. Pero no debemos jamás abandonar la esperanza de que alguien encontrará la vuelta a cómo generar ganancias en base a la verdad, la responsabilidad y el servicio a la sociedad. El viejo modelo de diarios lo logró, al menos, durante un buen tiempo, y espero que algún día esto pueda llevarse también a los nuevos medios", concluye.

© LA NACION

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