Cartas


Cadena de Oración
por el Padre Julio César Grassi

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De: Jorge Osvaldo Angellotti

Fecha: 21 de agosto de 2008

Asunto: Un abrazo a la distancia


Querido Julio César:

Aún tengo presente en mi memoria las veces que nos hemos encontrado en tu casa de Escalada en nuestros tiempos adolescentes junto a tus hermanos y tu primo Agustín. Cuando competíamos por ver si el Colegio Euskal Echea era mejor en Fútbol y Rugby que el Belgrano de Témperley.

El tiempo ha puesto una distancia enorme y son muchísimos los años que hace que no nos vemos, aunque siempre tengo presente el recuerdo de tu familia

Hacía mucho tiempo que no sabía nada de vos, pero de repente todo este aluvión de mala intención en contra tuya volvió a traerte a mi pensamiento con inmenso dolor.

Aún a costa de discusiones con amigos y conocidos, tuve siempre el convencimiento absoluto de tu inocencia y de lo inmerecido de este escarnio del cual sos víctima.

Es más... pienso con el corazón, y no con el cerebro y me doy cuenta que esta es otra obra más del demonio en contra del Señor.

Te ha tomado a vos para pegarle al Tata Dios, porque él solo no se atreve.

Muchos han sido y lo siguen siendo los mártires que de una u otra manera defienden la causa de nuestro Señor Jesucristo. Y vaya que la sufren.

Viene a mi memoria este relato del Padre Pío de Pietrelcina escrito por obediencia:


"Estaba en el altar para la celebración de la misa. El sufrimiento físico y un dolor interior competían por torturar mi pobre ser....

Cuando me acerqué al momento de la comunión, sentí que me moría. Una tristeza mortal me invadió a lo largo y a lo ancho, y sentí que todo había acabado para mi: Mi vida como tiempo y como eternidad.

El pensamiento dominante que me entristeció, fue el no poder demostrar nunca más mi reverencia y mi amor a la divina Bondad. No era el infierno lo que me aterrorizaba, sino la clara conciencia de que allí abajo ya no hay amor...

Había llegado al límite, a la cumbre de mi agonía, y cuando creí que encontraría la muerte, encontré la consolacion de la vida.

En el momento de comulgar, una luz repentina me invadió interiormente y vi con claridad a la Madre del Cielo con el Niño Jesús en sus brazos, y ambos decían:

'!Cálmate, estamos contigo! Tú nos perteneces y nosotros somos tuyos.'

...Dicho esto, no vi más nada. Entonces la calma y la paz y todos los sufrimientos desaparecieron al instante.

Durante todo el día me sentí sumergido en un océano de dulzura y en un indescriptible amor por Dios y las almas."


Esto te lo transcribo porque te imagino en este momento durísimo en una situación similar, porque el espíritu de quienes llevan esta maldad en tu contra, por desgracia, está completamente alejado del amor.

Las "personalidades" que abogan por los derechos humanos que te han criticado, en lo que menos piensan es en los derechos. Al menos no en su cabal significado.

Ellos viven en el odio y completamente fuera del amor.

Por eso, querido Julio César, voy a comenzar a orar para que todo esto termine pronto, y Dios nuestro Señor sea el verdadero triunfador en esta guerra. Y voy a orar especialmente por las almas de quienes te atacan, que se encuentran ocultas tras el velo oscuro y frío del demonio.

Te mando un abrazo enorme, y contá conmigo si es que te puedo ser útil más allá del sentimiento y la oración.

También te envío un afectuoso saludo de mi padre, el Dr. Osvaldo Angellotti, que alguna vez los atendió a vos y tus hermanos como pediatra.

Hasta pronto, Julio César.
Jorge Osvaldo Angellotti.

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