Cartas


Cadena de Oración
por el Padre Julio César Grassi

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De: Andrea Palomas Alarcón

Fecha: 18 de septiembre de 2010

Asunto: El Juez inicuo


La injusticia que sufrimos todos los que queremos al Padre Julio y a su obra, se puede representar en la parábola de la viuda y el juez inicuo.
Con esta parábola Jesús nos enseña el poder de la oración y la necesidad de seguir orando pese a los golpes.
Perseverancia en la oración ante esta justicia inicua y depravada que reina en nuestro país.

La viuda y el juez inicuo
« Para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer, les propuso una parábola: "En una ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los nombres. En aquella misma ciudad había una viuda que acudiendo a él le dijo: Hazme justicia contra mi adversario. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, dado que esta viuda no me deja en paz, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme..." » (Lc 18,1-8).

En las palabras introductorias de la parábola se nos anticipa una enseñanza que constituye el mensaje de la parábola. Dice al comienzo: «Para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les contó esta parábola».
Perseverancia insistente en la oración. Nuestra oración debe ser perseverante ante los aparentes silencios de Dios o ante las graves dificultades que puedan surgir. Como las tenía la viuda que presentaba su demanda de justicia ante un juez injusto y depravado. Las viudas y los niños son los exponentes de la debilidad y el máximo desvalimiento. Esta pobre viuda no tiene en sus manos otro recurso que el de insistir ante el juez hasta cansarle. El juez, perverso e injusto, que «ni teme a Dios ni respeta a los nombres», se dijo: Voy a hacer justicia a esta mujer para que no venga continuamente a importunarme...
Así debe ser nuestra oración ante Dios: orar día y noche, orar siempre «sin intermisión», como enseña el Apóstol.
Dios es juez justo y misericordioso. La parábola no termina su enseñanza diciendo que hay que ser perseverantes en la oración. En esta parábola Dios, justo juez misericordioso, es comparado con el juez injusto, no en la injusticia naturalmente, sino en que todos los que acudan a El terminarán por conseguir de su bondad todo lo que pidan. Si la perseverancia de una mujer y el egoísmo de un juez injusto bastaron para nacer justicia a la viuda, ¡cuánto más y mejor Dios concederá a sus hijos lo que le piden!
La oración humilde del publicano y la perseverante petición de esta viuda son modelos de oración para nosotros, pues con su forma de orar atraen todos los dones y la salvación de Dios.

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E N C U E S T A
Padre Grassi:
¿Inocente o culpable?




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