De: Esther C. Echeverría
Fecha: 4 de marzo de 2005Asunto: Cartas de apoyo en AmbitoWeb
Señor Director:
Durante la semana pasada, el Grupo «Clarín» y algunos medios periodísticos nos presentaron otra edición de una reiterada campaña contra el padre Grassi. Quiero creer que quienes organizan estas campañas tan virulentas contra el sacerdote y su obra, con la finalidad de convencer a la opinión pública de que enarbolan el estandarte de la verdad y de la justicia, no han reflexionado el daño que ocasionan a los chicos de la Fundación Felices Los Niños. Campañas que cada vez son más acartonadas y, en consecuencia, mucho menos creíbles.
Tengo el privilegio de conocer al padre Julio Grassi y porque frecuento el hogar que tiene la Fundación en el barrio porteño de Chacarita, sé de su lucha constante por el bienestar de sus niños y el amor limpio y genuino que se profesan mutuamente. Sin embargo, quienes montan estas campañas despiadadas parecen olvidar que tras la figura del sacerdote hay un montón de chicos que sufren porque se humilla y se difama a su padre del corazón; sufren también porque se les ha negado el derecho que no se les niega a los más feroces delincuentes: compartir la mesa de Navidad en familia y aguardar juntos el inicio del nuevo año.
Aquellos que conocimos la orfandad durante la infancia sabemos de la dolorosa cicatriz que deja la pérdida prematura. Sabemos de la figura paterna ausente para compartir alegrías y tristezas, de mirar a los demás niños correr a sus brazos al final del día o del año escolar y no saber qué hacer el Día del Padre porque no hay nada para celebrar. Los niños de la Fundación del padre Grassi encontraron en él lo que la vida les negó por desidia, por abandono o por esas cosas de la vida misma. Por eso, con estas campañas tan llenas de absurdos y vulgaridad, les están haciendo mucho daño, pero, según se ve, para algunos hacer protagonismo en pantalla se ha tornado mucho más importante que el dolor de esos niños.
Esther C. Echeverría
LC: 4.033.956
Señor Director:
Durante la semana pasada, el Grupo «Clarín» y algunos medios periodísticos nos presentaron otra edición de una reiterada campaña contra el padre Grassi. Quiero creer que quienes organizan estas campañas tan virulentas contra el sacerdote y su obra, con la finalidad de convencer a la opinión pública de que enarbolan el estandarte de la verdad y de la justicia, no han reflexionado el daño que ocasionan a los chicos de la Fundación Felices Los Niños. Campañas que cada vez son más acartonadas y, en consecuencia, mucho menos creíbles.
Tengo el privilegio de conocer al padre Julio Grassi y porque frecuento el hogar que tiene la Fundación en el barrio porteño de Chacarita, sé de su lucha constante por el bienestar de sus niños y el amor limpio y genuino que se profesan mutuamente. Sin embargo, quienes montan estas campañas despiadadas parecen olvidar que tras la figura del sacerdote hay un montón de chicos que sufren porque se humilla y se difama a su padre del corazón; sufren también porque se les ha negado el derecho que no se les niega a los más feroces delincuentes: compartir la mesa de Navidad en familia y aguardar juntos el inicio del nuevo año.
Aquellos que conocimos la orfandad durante la infancia sabemos de la dolorosa cicatriz que deja la pérdida prematura. Sabemos de la figura paterna ausente para compartir alegrías y tristezas, de mirar a los demás niños correr a sus brazos al final del día o del año escolar y no saber qué hacer el Día del Padre porque no hay nada para celebrar. Los niños de la Fundación del padre Grassi encontraron en él lo que la vida les negó por desidia, por abandono o por esas cosas de la vida misma. Por eso, con estas campañas tan llenas de absurdos y vulgaridad, les están haciendo mucho daño, pero, según se ve, para algunos hacer protagonismo en pantalla se ha tornado mucho más importante que el dolor de esos niños.
Esther C. Echeverría
LC: 4.033.956
