De: Gabriela
Fecha: 12 de junio de 2009Asunto: Bizarrez mediática y criterio de justicia
Me encantó la carta de Carmen Anaya, y también me ocurre que tanto disparate a veces me causa gracia. Padre, en medio de este dolor intente ver a estos Gallegos y entidades carlotenses con cierto sentido del humor. Son patéticos y risibles. Usted no va a ir preso jamás porque nadie permitirá esta burla. Pero véale el lado payasesco. A ese abogado que no puede defender nada porque la única prueba que tiene para presentar son adjetivos calificativos. Del resto, qué se puede decir, la justicia camina como el mundo, con una gran desorientación. Las asimetrías no pueden percibirse bajo la ausencia de perspectiva que deja el influjo mediático. La administración de la justicia se sustenta en paradigmas disparatados. Ni siquiera hay un sustento racional matemático que gestione de una manera que resulte directamente proporcional al delito. El que patea la puerta de un banco recibirá una condena más pesada que la de un genocida. Crímenes de lesa humanidad están impunes y un sujeto es pasible de ser condenado a perpetua por un rumor. En fin, una justicia maravillosa ésa en la que creemos. No recuerdo qué escritor opinó que el mundo funciona en base a un gran malentendido. Parece que es así.
Vuelvo a manifestar mi total e incondicional apoyo.
Ayer escuché a uno de los chicos hablar con orgullo y agradecimiento por haber sido criado en la Fundación junto a sus hermanos. Dijo: mi padre y mi madre me abandonaron y allí en la Fundación me dieron todo. Se expresó con tanta educación que dejó en ridículo a un exaltado hombre que manifestaba cualquier cosa con tal de salir en cámara y que lo vieran los parientes. Bravo por los pibes. Por todos estos chicos, cualquier lucha es poca. Esta acción es auténtica y se basa en el conocimiento. Aquella otra que alardea (y pretende en vano hacernos creer) que alza la bandera de la lucha por los derechos del niño, sólo envuelve los propios y mezquinos intereses de quienes la llevan.
Un abrazo,
Gabriela
Me encantó la carta de Carmen Anaya, y también me ocurre que tanto disparate a veces me causa gracia. Padre, en medio de este dolor intente ver a estos Gallegos y entidades carlotenses con cierto sentido del humor. Son patéticos y risibles. Usted no va a ir preso jamás porque nadie permitirá esta burla. Pero véale el lado payasesco. A ese abogado que no puede defender nada porque la única prueba que tiene para presentar son adjetivos calificativos. Del resto, qué se puede decir, la justicia camina como el mundo, con una gran desorientación. Las asimetrías no pueden percibirse bajo la ausencia de perspectiva que deja el influjo mediático. La administración de la justicia se sustenta en paradigmas disparatados. Ni siquiera hay un sustento racional matemático que gestione de una manera que resulte directamente proporcional al delito. El que patea la puerta de un banco recibirá una condena más pesada que la de un genocida. Crímenes de lesa humanidad están impunes y un sujeto es pasible de ser condenado a perpetua por un rumor. En fin, una justicia maravillosa ésa en la que creemos. No recuerdo qué escritor opinó que el mundo funciona en base a un gran malentendido. Parece que es así.
Vuelvo a manifestar mi total e incondicional apoyo.
Ayer escuché a uno de los chicos hablar con orgullo y agradecimiento por haber sido criado en la Fundación junto a sus hermanos. Dijo: mi padre y mi madre me abandonaron y allí en la Fundación me dieron todo. Se expresó con tanta educación que dejó en ridículo a un exaltado hombre que manifestaba cualquier cosa con tal de salir en cámara y que lo vieran los parientes. Bravo por los pibes. Por todos estos chicos, cualquier lucha es poca. Esta acción es auténtica y se basa en el conocimiento. Aquella otra que alardea (y pretende en vano hacernos creer) que alza la bandera de la lucha por los derechos del niño, sólo envuelve los propios y mezquinos intereses de quienes la llevan.
Un abrazo,
Gabriela