Hay demasiados delincuentes en el sillón de sus salas.
Y demasiados inocentes presos: Julio Grassi es uno. Los jueces padecieron la condena de los mismos que armaron la causa, y el acoso mediático que -lejos de los hechos, el proceso desquiciado antijurídico, las pruebas ofrecidas y rechazadas, y los testimonios- jugaron al morbo con una audiencia del "burlesque".
Pero no sólo es culpa de esos. También de los que cuidaron sus prestigios y evitaron salpicarse con un tema que "manchaba".
Los antecedentes de décadas, las obras, las voces de los pobres rescatados, de los jueces de Familia que controlaban cada caso y elegían los Hogares de Felices los Niños a los hogares oficiales... no contaban para evitar el patíbulo.
Silvia Traversa